La inocencia del primer embarazo. Las esperanzas intactas. Respirando día a día el maravilloso momento que estaba por llegar. Ese momento que todo el mundo habla desde que somos chicas: el mejor momento de tu vida.
A penas quedé embarazada la primera vez tenía mucho miedo. Esos miedos de primeriza. En la semana 6 tuve un pequeño sangrado.. marrón por suerte, que luego descubrimos que era el de implantación. No podía conseguir turno con mi médico de toda la vida y andaba con miedo porque me dolía del lado izquierdo. Cuando finalmente tuve turno, me dijo "¿no te dio los papeles mi secretaria?" Yo le pregunté "¿Qué papeles?" hablando dos segundos mas con él me confirmó que no era el medico que yo necesitaba. Asi que me lleve los papeles y me hice los análisis pero nunca mas volví. Y en el medio me enteré que tenía infección urinaria asintomática... lloré un montón.. creí que era lo peor que me podía pasar. Luego vimos varios obstetras antes de elegir el definitivo (ni tenia idea que iba a ser una decisión clave).
Ilusión. La ilusión de enterarnos qué era en el mismo momento. La ilusión que el obstetra dijera cuando naciera "¡es un varón!" o "¡es una nena!". No importaba si era varón o nena, queríamos a nuestro hij@ y poníamos el acento en su salud ("lo importante es que venga sanito").
En la semana 20 hicimos el scan fetal y la doctora nos preguntó y aceptó nuestra decisión de no querer saberlo. Estaba todo perfecto. Y dijo que era muy evidente qué sexo tenía asi que no iba a mostrar mucho para no nos dábamos cuenta. Ahí empecé a preguntarme ¿se notaba que era varón o que era nena?
Compré alguna ropita color crema, amarillita y blanca. Después del sexto mes, un día fuimos con mi marido a Cheeky y pedimos un conjuntito lindo para salir de la clínica. La vendedora nos preguntó qué era y le dijimos que no habíamos querido saberlo y nos dijo "Ah, si no saben no tengo nada. Lo de algodón blanco está ahí".
La sociedad no está preparada para no saber el sexo de un bebé. Rompés lo establecido y te miran como que estás loca. Pero nosotros seguíamos con la misma idea.
Cuando nuestro obstetra nos dijo que tenía que nacer ya que estaba sin vida... obviamente no era lo que habíamos soñado. Pero yo quería al menos mantener esa imagen del bebé hermoso que imaginaba al cerrar los ojos, al ver las ecografías. Encima el medico nos dijo que nuestro bebé había muerto un par de días atrás y seguramente estaría macerado. Mas me aferré a esa imagen en mi cabeza.. del hermoso bebé que había imaginado. Y pedí no verlo. Sería una imagen muy fuerte y que me acompañaría el resto de mi vida impregnada en mi retina... además del dolor en mi corazón.
Cuando la empresa funeraria nos entregó el certificado de defunción, les comenté que no habíamos querido saber su sexo.. ni importaba era igualmente nuestro hijo. Y ellos doblaron el papel para que no lo viera.
Tiempo después mi mamá me comentó que el cura en el cementerio le preguntó el nombre del bebé y ella dijo "no tiene". El cura no entendía cómo era que no tuviera nombre. Y yo me pregunto ¿acaso Dios necesita saber nuestro nombre para amarnos y recibirnos?
Parecíamos locos, queriendo mantener una decisión que habíamos tomado durante un escenario de felicidad plena, aferrados a ella... parecía que era lo único que nos quedaba de ese momento y no queríamos que cambiara.
Eventualmente el destino me llevo a enterarme sin querer. Seguramente era el momento. Fue sin querer, ya que estaba fotocopiando su partida de defunción y completando papeles debido a su muerte. Sin querer, lo vi. Estaba lista. Era el momento de saberlo. Lo vi. Pero ya no tenia sentido ponerle nombre. Siempre sería y será MI PRIMER BEBE.